Hace unos días asistí a una conferencia sobre seguridad del paciente (Foro SEDISA “Dándole 360º a la seguridad del paciente»), y he tenido sensaciones encontradas. Por un lado, como profesional que le encanta la gestión y la seguridad del paciente podía participar de estas pasiones unidas en el mismo evento. Por otro lado, todo mi optimismo entorno al tema de la seguridad se derrumbaba por momentos.
Me explico, de nuevo estábamos hablando de la seguridad del paciente como uno de los factores fundamentales de la calidad asistencial, pero con un matiz nuevo: teníamos que centrar la atención en el paciente, y hacer partícipe a este de todas las facetas que conlleva su asistencia sanitaria. Había llegado el momento de acabar con el “despotismo ilustrado” (todo para el paciente, pero sin el paciente), haciendo participar al paciente como una actriz más responsable de su seguridad.
Desde el Código de Hammurabi 1 o el famoso “primun non nocere” hipocrático el hecho de asociar errores a la práctica asistencial es conocido. Y aquí estamos 4000 años después hablando de lo mismo… Es cierto que al mismo tiempo que se ha avanzado mucho en el conocimiento de la seguridad del paciente, se están implementando estrategias para aumentar la seguridad del mismo.
Por el contrario, no tenemos suficientes estudios que demuestren que este esfuerzo está dando frutos. Es, quizás, un poco pronto para ver estos resultados directos del desarrollo de estas estrategias, puesto que distintos estudios no han dado pruebas consistentes 2; pero es de sentido común que, si nos esforzamos en introducir barreras para evitar que los errores se produzcan, estos deberían disminuir. Pero si seguimos hablando tanto de este tema es que no lo tenemos interiorizado y normalizado. Sólo tenemos que darnos un paseo por cualquiera de nuestros hospitales y preguntarle a los profesionales para ser conscientes de que esta cultura no forma parte del ejercicio profesional de la mayoría.
Había llegado el momento de acabar con el “despotismo ilustrado” (todo para el paciente, pero sin el paciente), haciendo participar al paciente como una actriz más responsable de su seguridad.
Por tanto, debemos establecer una base sólida de partida y mantenerla en el tiempo, mejorándola siempre que sea posible, de tal forma que dentro de unos años sí podamos evaluar los resultados. Esta base debe estar constituida por una serie de iniciativas y esfuerzos para consolidar los pilares que deben soportar el peso de la seguridad del paciente 3:
Iniciativas y esfuerzos para consolidar la seguridad del paciente
- Transparencia: Para cambiar, hay que conocer qué es lo que estamos haciendo bien, y qué es lo que estamos haciendo mal. Al mismo tiempo, y gracias a esta transparencia, vamos a saber qué es lo que están haciendo otras organizaciones, y de esta forma podremos incorporar a nuestro bagaje todas esas experiencias. Y esta transparencia nos va a llevar, al mismo tiempo, a un ejercicio de humildad: tenemos que aprender a pedir disculpas por el daño que podemos llegar a hacer con el ejercicio de nuestra asistencia sanitaria.
- Integración: Implica el desarrollo de sistemas de gestión del riesgo en todas las organizaciones que intervienen en la atención del paciente. Al mismo tiempo, se deben coordinar todos los profesionales que intervienen en la salud de un paciente.
- Participación del paciente: Tenemos que pasar de una asistencia para el paciente a una asistencia con el paciente. Es muy importante, que, de hecho, sea el paciente quien tome las decisiones en todos los campos que afectan a su asistencia, y, por tanto, a la seguridad.
- El trabajo: La asistencia sanitaria siempre se ha definido como ciencia y arte. La incorporación de toda la evidencia disponible a la asistencia es un paso obligatorio como ciencia. El recobrar la humanidad y el buen hacer profesional dentro de la relación terapéutica es el papel que tenemos que recobrar como arte. La satisfacción profesional, que esta unión de ciencia y arte pueden proporcionar, debe ser el motor que impulse el trabajo, y gracias al bienestar que aporta el saber del trabajo bien hecho y reconocido, podemos conseguir aumentar la calidad de la asistencia percibida por el paciente, y, en definitiva, su satisfacción.
- La educación de los profesionales: La educación sigue estando relegada a la formación postgrado. En el mejor de los casos, forma parte de una de las asignaturas optativas que conforman la formación postgrado. Así, es necesario su inclusión como una asignatura más, puesto que en el día a día, este conocimiento trascenderá a todo tipo de asistencia que podamos dar.
Sabor agridulce, porque desde mi conocimiento la cultura de seguridad no ha calado suficientemente en las organizaciones sanitarias. Nos enfrentamos al reto de impulsar entre todos, una extensión de la cultura de seguridad que sea el auténtico motor del cambio. Ha llegado el momento de que, con el esfuerzo de todos, políticos, gestores, profesionales y pacientes, la seguridad del paciente vaya a hombros de gigantes.
Bibliografía:
El código de Hammurabi: Leyes 201 a 250 [Internet]. Historiaclasica.com. 2018 [cited 29 November 2018]. Available from: http://www.historiaclasica.com/2007/06/el-cdigo-de-hammurabi-leyes-201-250.html
Paul, A. and Gluck, M. (2012). Patient safety. Certain progress, numerous challenges. Obstet Gynecol, 120, pp.1149-59.
Leape, L., Berwick, D., Clancy, C., Conway, J., Gluck, P., Guest, J., Lawrence, D., Morath, J., O’Leary, D., O’Neill, P., Pinakiewicz, D. and Isaac, T. (2009). Transforming healthcare: a safety imperative. Quality and Safety in Health Care, 18(6), pp.424-428.
Juan Vega Barea
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