José Ramón Martínez Riera
Presidente de la Asociación de Enfermería
Familiar y Comunitaria (AEC)
Están a punto de cumplirse 40 años (1978) de la Declaración de Alma Ata que supuso el punto de inflexión del que vino a denominarse en España el nuevo modelo de Atención Primaria. Y este aniversario coincide casi al mismo tiempo con el de la entrada de la Enfermería en la Universidad (1977).
Aunque la serendipia ha jugado y sigue jugando un papel importante en la ciencia, el papel que las enfermeras jugaron y siguen jugando en la implantación, desarrollo y futuro de la Salud Comunitaria y la Salud Pública en general y de la enfermería comunitaria, en particular, ha sido más consecuencia de la resiliencia que de la serendipia. Es decir, los buenos resultados alcanzados por las enfermeras, a pesar de las experiencias adversas, han sido debidos a su compromiso, capacidad, ilusión, esfuerzo, conocimiento… para transformar la enfermería comunitaria y la atención primaria, más que al azar, la casualidad o la confluencia de situaciones que propiciasen dicho cambio. Sin embargo, es cierto, que la coincidencia temporal de los dos acontecimientos comentados favoreció, sin duda, un escenario mucho más propicio para lograr el cambio deseado con el denominado nuevo modelo de Atención Primaria.
Las enfermeras, que venían de un modelo biomédico, tecnológico, medicalizado y hospitalcentrista, entendieron como nadie la necesidad de cambio y se implicaron de manera decidida al mismo, coincidiendo con los nuevos planes de estudios de enfermería que se ponían en marcha en la universidad, en los que, por primera vez, se incorporaban la enfermería comunitaria y la salud pública como asignaturas con un gran peso específico. Esto sin duda contribuyó a que, desde un paradigma enfermero propio, totalmente diferente al que hasta ese momento había impregnado el proceso de enseñanza aprendizaje de la enfermería española, las enfermeras pudiesen entender la importancia de la atención a las personas, las familias y la comunidad en un ámbito tan novedoso y desconocido como la Atención Primaria.
Conceptos como Centro de Salud, Historia de Salud, Consulta de Enfermería… fueron posibles gracias a las enfermeras que trasladaban una visión de la atención mucho más integral, integrada e integradora.
El recorrido no fue fácil y las dificultades y barreras se sucedían en el desarrollo de la Atención Primaria. Pero una vez más las enfermeras supieron sobreponerse para seguir avanzando y, lo que es más importante, para seguir creciendo. Cuando la Atención Primaria era ya una realidad, pero también estaba cuestionada, a pesar de su breve recorrido, surgió la primera sociedad científica de enfermería comunitaria de España, la Asociación de Enfermería comunitaria (AEC). Una nueva señal de la madurez científica y profesional que estaba alcanzando la enfermería española.
Y con la AEC surgieron los primeros intentos de poner en marcha la especialidad de enfermería comunitaria. No en vano fue la AEC quien elaboró la primera propuesta rigurosa de especialidad de enfermería comunitaria. Pero la falta de voluntad política, acompañada de los cambios en los equipos de gobierno tanto nacional como autonómicos propiciaron la parálisis del proceso iniciado, mientras la Atención Primaria languidecía presa del descontento profesional y la dejadez política, justificada por la crisis, que parece ser es el mejor argumento de los políticos para justificar el abandono de las mejoras en salud, como tristemente se ha replicado en la última crisis.
Pero a pesar de ello, o precisamente por ello, las enfermeras comunitarias siguieron creyendo y trabajando intensamente en su desarrollo y también en la perspectiva de ofrecer más y mejores cuidados a la comunidad. Finalmente se logró que la especialidad de enfermería comunitaria fuese una realidad aunque tuviésemos que mimetizar la denominación de la especialidad médica, familiar y comunitaria, y su modelo de formación de residencia (EIR), a pesar de que se tuvo la oportunidad de generar una formación diferenciada coincidiendo con la implantación del denominado proceso Bolonia o Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) en la Universidad española. Lamentablemente no se avanzó por esa vía.
Alcanzada la anhelada Especialidad, tocaba desarrollar un programa formativo acorde a las necesidades y demandas de la sociedad y también a las de la propia enfermería comunitaria. Sin duda y a pesar, una vez más, de las dificultades y obstáculos que surgieron, se logró, lo que permitió que se convocasen las primeras plazas de enfermeras internas residentes (EIR) de enfermería familiar y comunitaria.
De nuevo la ilusión, el compromiso, la voluntad, el esfuerzo… de las enfermeras superaban el desánimo de contemplar el deterioro progresivo de la Atención Primaria, convertida en un reducto de atención a la demanda clínica y alejada de los principios fundamentales que emanaban de la declaración de Alma Ata como la promoción de la salud, participación comunitaria, autocuidado…
Las enfermeras creyeron en la especialidad y en su capacidad de ofertar cuidados de calidad, lo que condujo a que su demanda fuese muy superior a la oferta que desde las comunidades autónomas se realizaba, siendo de las especialidades más demandadas.
Pero, una vez más, la falta de planificación, la inoperancia, la nula voluntad política, el desprecio… de los políticos y de los gestores por ellos nombrados volvieron a paralizar el desarrollo de la enfermería comunitaria al no crear plazas específicas de la especialidad en ninguna comunidad autónoma a pesar de que se siguen convocando plazas de EIR de manera sistemática. Cerca de 1.700 enfermeras especialistas formadas que no pueden ejercer como tales.
De nuevo la resiliencia deberá acompañar a las enfermeras en su recorrido, porque la serendipia desde luego ni se produce ni se espera.
Celebremos los aniversarios comentados con la mirada puesta en que más pronto que tarde todo el esfuerzo sirva para que las enfermeras comunitarias alcancemos el reconocimiento y lugar que nos corresponde y que la comunidad pueda tener los cuidados de calidad que merece.
José Ramón Martínez Riera
Presidente de la Asociación de Enfermería Familiar y Comunitaria (AEC)