Rosa Fernández Lobato
La palabra desafío significa según la RAE “retar o provocar un singular combate” y por tanto comporta una empresa de cierta dificultad con la presencia de un contrario…¿acaso la tecnificación o la impersonalización?
Este reto relacionado con la humanización de la medicina, lleva consigo desaprendizaje en comportamientos adquiridos durante mucho tiempo, por supuesto, sin olvidar los avances de la medicina como ciencia.
Hablar de humanización y de humanidad en la atención a los enfermos es como hablar de la inspiración en el arte. Debería ser algo intrínseco o consustancial, pero con la gran inmersión de la tecnología dentro de la medicina, hemos ido restando importancia a la persona para sustituirla por el “caso clínico”.
Teniendo en cuenta que la medicina es arte, es ciencia y es vocación, la consideración de la faceta como ser humano de los pacientes es la más antigua y la que el profesional sanitario no debe olvidar nunca, y actuar según sus dotes personales. Mirar a los ojos, dar la mano, presentarnos, llamarle por su nombre y tratarle con el respeto que todo ser merece, son gestos de humanidad que refuerzan el lazo interpersonal que abre las puertas a la confianza que el acto médico requiere.
Esta relación va a depender del profesional y sus cualidades. Por parte del paciente pesa mucho su actitud que se ve influenciada por las experiencias previas y los factores culturales e incluso religiosos que tenga por nacimiento o aprendizaje.
Que sea un encuentro fructífero o un choque, depende de ambos y de sus vivencias pasadas.
El profesional aporta en esta relación su experiencia científica y en la tecnología, los protocolos, la medicina basada en la evidencia, que todo sanitario debe conocer y aplicar para seguir el rigor científico.
También completan su actitud ante enfermo, su enfoque sobre la vida y las personas y su conciencia de la
El arte de tratar a las personas es difícil y si es una persona enferma las necesidades de delicadeza en el trato se incrementan, pues acude con sufrimiento, duda, incertidumbre y miedo, en situación de inferioridad, y todo ello le hace más vulnerable y débil. Pero también hay que contar con la identidad única e irrepetible y que cada ser humano tiene, con su pasado, su presente y su futuro.
El valor de la palabra y su efecto sobre la sanación, a través de la conversación, provoca efectos insustituibles y en ocasiones con mejores resultados que el mejor y más caro medicamento de una farmacia. La palabra es un instrumento médico que no está indexado en revistas internacionales, pero que tienen alto impacto sobre la confianza y en última instancia sobre la mejoría, curación o paliación de la enfermedad, aunque sus resultados no se han objetivado en porcentajes de curación.
El personal sanitario debe ser vocacional en la entrega al enfermo, ante ese ser que necesita de los conocimientos y cuidados que nosotros podemos ofrecerle, siendo intrínseca la labor de servicio para alcanzar su bien y mejorar su sufrimiento, ya sea curando o cuidando.
Estos tres conceptos de arte, ciencia y vocación, impregnan las acciones de nuestro camino para obtener una atención integral e integradora, del ser humano, como persona y como enfermo.
Los objetivos de la humanización sanitaria se han puesto de moda actualmente y debe ser un volver atrás, un desaprender. Retomar todas áreas más sensibles de los hospitales y áreas de salud, consiguiendo eliminar todo lo que no aporta valor a la actuación médica y sin embargo le resta naturalidad.
La familia no puede obviarse en el entorno del paciente ya que es un elemento clave dentro de proceso de curación, dentro de la cultura mediterránea donde nos movemos.
Por todo esto y dentro de muchos Servicios de Salud, se han ido implementando estrategias para mejorar el trato hacia el paciente y familiares en situaciones en las que hace años incluso era impensable.
Áreas en las que se ha trabajado de manera amplia por la gran sensibilidad de los pacientes que allí acuden, son las Urgencias del hospital.
Ejemplos de esas mejoras son la adecuación de una sala de espera cómoda, donde se pueda permanecer el paciente hasta ser atendido y su familia, el acompañamiento continuo por familiares, la información permanente por parte de personal administrativo y médico, y el respeto a la intimidad tanto física como de sus datos, los circuitos rápidos de ingreso para pacientes en estado previo al fallecimiento, los circuitos de atención preferente para discapacitados y pacientes con patología mental, etc. son algunas de las medidas establecidas que alivian el dolor y el temor de los pacientes y ayudan a disminuir la tensión y la incertidumbre, mejorando la percepción de las familias.
En la hospitalización, las habitaciones individuales, donde la presencia continua de familiares reste el temor de pacientes y facilite su atención con la participación de la familia en los actos de cuidado.
La UCI hasta hace poco tiempo, era un templo cerrado al que no se podía acceder. Sin embargo ahora con el concepto de “UCI de puertas abiertas”, la familia puede acceder libremente, sin barrera, sin batas ni mascarillas. Se han colocado relojes y calendarios para orientación temporoespacial; se reducen los ruidos producidos por aparatos y diálogos de los profesionales, momentos de intercambio de información para promover la continuidad en el pase de las visitas y cambio de turnos, planes y protocolo “Zero” para evitar la infección, la neumonía y la sepsis, y con una tendencia a “no hacer” actuaciones invasivas innecesarias que incrementan riesgos e incidentes en este tipo de estancias.
Las sociedades científicas se han posicionado en el análisis y difusión de las actuaciones a evitar, a no hacer, cuando su realización no sólo no aporta valor sino que introduce riesgos innecesarios. Este in duda es el camino hacia la mejora de la calidad.
El área materno infantil es otra de las unidades más sensibles. El niño debe siempre estar con sus padres ya sea durante su ingreso en hospitalización, en urgencias o durante la realización de pruebas.
Para ello incluso en Neonatología, y siendo prematuros se propicia el programa canguro, la permanencia del padre de modo contínuo, los bancos de leche, siendo la lactancia natural es uno de los pilares que propician una mejor salud de la infancia. Como decía un antiguo pediatra “la teta de la madre es el envase perfecto de la leche para el niño: ergonómico, adaptable, a temperatura siempre adecuada, promueve la adecuada conservación a toda hora y lugar evitando ue no se estropee”. En décadas pasadas este envase con un producto perfecto, se sustituyó por un biberón…¡¡¡qué gran error!!
La atención al parto, hoy día es un objetivo de marketing para los hospitales. El acceso al plan de parto, el parto a la “carta”, el parto natural o de baja intervención, la presencia del padre durante el parto, la anestesia epidural, la adecuación de tasas de cesáreas, habitaciones individuales y con mayor confortabilidad hotelera, así como el alta precoz con seguimiento por parte de matronas de área, facilita la vuelta a la naturalidad de un acontecimiento único, como es la maternidad, siempre desde la máxima seguridad materno-fetal. Estos gestos en el proceso del parto son vividos siempre por los padres como por familiares como satisfactorios y gratificantes, en la situación irrepetible del nacimiento de un hijo.
El enfermo mental es otro tipo de paciente sensible que precisa de mayor atención. La palabra, que es un arma terapéutica básica, compartida con la familia, las tertulias con vecinos o amigos, e incluso el confesor… se ha sustituido por el internet, los chats y los cachivaches tecnológicos… ocultando el gran valor de la catarsis. Tenemos muchos “seguidores” pero pocos amigos, y nos conduce a la soledad y a mayores trastornos psicológicos en una sociedad cada día más patológica y asocial.
La atención a estos pacientes en un ámbito de la Salud Mental promoviendo la atención en grupos, con psicoterapia, evitando el uso abusivo de fármacos, es primordial para retornar a estos enfermos a una inclusión social y familiar, que los mantenga como individuos y los haga personas.
Y por último vamos a resaltar el valor enorme del trato humano en la atención del paciente oncológico del cuidado en los últimos días. Todo ser humano pasa por esta situación indefectible de la muerte, y el miedo es inevitable. El apoyo mediante personal entrenado tanto en servicios de oncología, unidades de día, cuidados paliativos, aporta tranquilidad, sensación de que no están solos y un sitio donde hay profesionales a los que acudir cuando hay dudas sobre tratamientos o en el propio trance de la muerte.
La individualización en el manejo de un paciente oncológico y terminal, con una atención basada en la comprensión, pero también en la información para conocimiento de su situación, diagnóstico y pronóstico, hace que la relación entre profesional y paciente posea más confianza, evitando el paternalismo, de manera que las situaciones difíciles se encaucen de manera más fluida, desde la autonomía del paciente y la igualdad.
Lo expuesto anteriormente, expresa que desde la atención primaria y desde los hospitales, se está volviendo a entender al paciente, no solo como enfermo, sino como ser humano enfermo, con su personalidad, su pasado, su familia, sus expectativas y su entorno.
Todo ello debe tenerse en cuenta, para que nosotros como profesionales de la medicina establezcamos el vínculo y podamos indicar un tratamiento adecuado e individual, donde la palabra, el trato y el lenguaje no verbal aporte el valor necesario y suficiente a los fármacos o cirugías que establezcamos.
La relación natural con personas, desde personas que saben ser médicos y enfermeros, con el objetivo de sanar o al menos de reducir el sufrimiento, hará que la Medicina vuelva a ser todo lo humana que su propia identidad le confiere como ciencia y humanidad.
Trabajemos todos por ello y la humanización de la Medicina llegará.